jueves, 4 de abril de 2013

Alemania 96

Andreas Möller // Foto: Twisted Blood

Hace un par de días, me encontré con una foto de Andreas Möller en Facebook. Ya no recordaba al capitán de la selección Alemana que ganó la Euro 96. La de Inglaterra, la del “football’s coming home”… la primera competición de naciones que recuerdo nítidamente.

Aunque yo ya andaba por el mundo mientras se celebraron el Mundial del 90 y del 94 o la Euro del 92, la de 1996 es la primera en la que recuerdo sentarme a ver partidos, recordar nombres, descubrir jugadores, equipos, estadios… todo aquello era nuevo para mí.

Recuerdo que me gustaba mucho, y lo siegue haciendo, la camiseta que lucía la selección inglesa.  Además, jugaban en casa, y además ellos habían inventado el football. Aquello tenía muy buena pinta. Se me quedaron muchos nombres de ese equipo en la memoria. Los Paul Ince, Seaman, Shearer, Sheringham
También recuerdo a la Francia de Lourent Blanc, y sobre todo, para mí de Youri Djorkaeff. Me encataba cómo jugaba ese tipo que me recordaba barbaridades a un amigo de aquella época. Recuerdo a Portugal, con Figo

La excitación ante tantas novedades en un chaval de siete años  fue considerable.Recuerdo que jugaban varios partidos casi todas las tardes. Imagino que debería ser muy difícil despegarme del televisor aquellas tardes. 

A pesar de que aquella Euro se disputó en muchos campos memorables como Old Trafford, Anfield Road o el City Ground de Nottingham, a mí me encantó Wembley. Existía una atmósfera distinta, más apasionada, más “futbolera”. Y allí fue donde empezó todo con el partido inaugural, Inglaterra  1, Suiza 1.
Tardes de football, de corregir a mis abuelos, “no es Checoslovaquia, es República Checa”. Yo no lo veía tan difícil. Además, unos tíos míos habían viajado a Praga unos meses antes de antes. También mi padre había viajado ese mismo año. A Alemania. A Stuttgart más concretamente. Así que ante la eliminación de España en cuartos, por penaltis, frente a Inglaterra, aquellas dos selecciones pasaron a ser mis favoritas para el torneo. 

Jurgen Klinsmann // Foto: BundesligaClassic
Se me quedaron tres nombres grabados: Bierhoff, Möller y especialmente, Klinsmann. Menuda sorpresa los años posteriores al descubrir a Klinsmann en el Bayern y a Möller en aquel maravilloso Borussia Dortmund, del que hablaré en un futuro. En aquel equipo campeón también había jugadores de la talla de Mehmet Scholl, Mathias Sammer, o Oliver Kahn.
Alemania pasó sin problema alguno la fase de grupos. Ganó por dos tantos a cero a la República Checa y a Rusia le metió tres, empatando a cero en el último partido frente a Italia. Balance de cinco goles a favor y ninguno en contra. 

El primero en perforar la meta teutona fue Davor Suker, empatando el partido de cuartos de final en el minuto 51 para Croacia, aunque tan sólo ocho minutos después, Sammer volvía a adelantar a los alemanes para ganar el partido y pasar a las semifinales, donde se enfrentarían a Inglaterra. ¡Aquello iba a ser un partidazo! Me llamó mucho la atención que una de las noticias más destacadas los días antes del partido fue que Inglaterra luciría su segunda equipación, ya que Alemania jugaría de blanco por su condición de “local” en aquella semifinal. Yo no entendía a qué venía tanto alboroto,  pero imagino que en un afán de buscar curiosidades y hechos que motivasen a sus jugadores, los ingleses se acordarían de la final del mundial del 66 disputada en Wembley en la que Alemania jugó de blanco e Inglaterra utilizó una camiseta roja. El partido se volvió a disputar en Wembley, pero esta vez Inglaterra vestía de gris. Sí, era un uniforme feo, la verdad.

Éste era el ambientazo previo a aquella semifinal. Los ingleses estaban extra-motivados, la posibilidad de conseguir un nuevo título en casa era palpable, además las cosas empezaron muy bien para ellos ya que Shearer marcaría el primer gol del partido a los tres minutos de juego. Kuntz empataría trece minutos más tarde para Alemania y el marcador no se vería modificado. De nuevo, como estaba ocurriendo en la mayoría de eliminatorias de aquella Eurocopa, las cosas tendrían que decidirse en la prórroga o en la tanda de penaltis. Y poco, muy poco faltó para que Gascoine, eliminase a Alemania en la prórroga. Aquella Alemania que les había eliminado seis años antes en la semifinal del mundial de Italia 90, estaba a su merced. Tras una recuperación cerca del área alemana, los ingleses colgaron el balón al área y un centro raso superó al guardameta Köpke, Gascoine sólo tenía que estirar la pierna y empujar la pelota desde el área pequeña. Pero no fue así, el mítico delantero inglés no pudo alargar la pierna lo suficiente y el balón pasó rozándole los tacos y perdiéndose por la línea de fondo.

Alemania antes de enfrentarse a Inglaterra // Foto: Mirror Football
Así pues, el partido tuvo que decidirse desde los once metros. En la tanda, llovieron los goles, Hässler, Strunz, Reuter, Ziege, Kuntz anotaron para Alemania mientras que Shearer, Platt, Pearce, Gascoine y Sheringham lo hicieron para Inglaterra. Era el turno de Southgate. Su disparó hacia su lado izquierdo salió demasiado centrado y Köpke acertó en su estirada, parando el balón. Möller anotó y Alemania eliminaba a Inglaterra para meterse encontrarse en la gran final a la República Checa,  a quienes ya habían vencido en la fase de grupos.

Esta vez, los chechos no se pusieron tan fácil al adelantarse en el marcador con un gol de penalti de Berger en el minuto 59. Pero cómo dijo Gary Lineker, “el football son once contra once y siempre gana Alemania”. Bierhoff empataría en el 73 rematando de cabeza una falta lateral, y en el 95 se convertiría en héroe nacional al recibir de espaldas en la frontal del área, proteger el balón con su cuerpo, girarse y disparar un fuerte disparo que Kouba, el guardameta checo, no logró bloquear y tras golpear el esférico, éste se introduciría en la portería dando la victoria y la Eurocopa a Alemania.

Desde aquel verano, siempre he sentido una especie de cariño hacía la selección teutona. Probablemente no realizaron un gran juego, de hecho no fue el mejor combinado alemán ni por asomo, pero sí que fue la primera selección que, de alguna forma, me enseñó a disfrutar del football a nivel internacional. Sin que jugase mi equipo, sin esos nervios ni esas ganas de triunfo, sino con deseos de disfrutar y admirar esos mismos sentimientos en otra gente. La primera Eurocopa o el primer mundial que recuerda uno, le queda marcado de una forma u otra, y a mí me sucedió esto con la Euro96 y con la Alemania de Klinsmann y Möller.

Klinsmann levanta la copa ante la reina Isabel