martes, 5 de marzo de 2013

Mezclando amor y football

Eric Lamela celebra un tanto // Foto: La Ciudad Deportiva

No es fácil. A veces no parece nada razonable, pero el football es pasión. Y la pasión no se explica, se siente.

Puedes enumerar mil y un aspectos que te gustan de la persona a la que amas. Entonces, parece lógico estar enamorado de esa persona, pero el sentimiento no se puede explicar. Todos hemos amado a alguien a lo largo de nuestra vida, y por eso sabemos qué siente otra persona cuando se enamora, cuando discute con esa persona amada o cuando la pierde. No necesitamos palabras, es algo que hemos experimentado, algo inherente al ser humano y es por eso que no necesitamos que nos intenten explicar esos sentimientos, los entendemos.

El football es vida, y como en la vida, en el football existe el amor, el odio, los celos, los abrazos, los besos, las ilusiones, los desengaños.

¿Quién no ha sentido celos al ver a la antigua promesa de su equipo triunfar con el gran club de turno? O ¿quién no ha odiado al jugador que prometió amor eterno y se fue con otro equipo a las primeras de cambio sólo porque éste le ofrecía más dinero? 

Amor al jugador o al entrenador que decide quedarse en tu equipo, por muy pequeño que sea, porque él también ama a tu club. Como lo haces tú y como lo hacen las miles de personas que cada dos semanas siguen el mismo ritual que tú. 

Como la cita que es, hay que acicalarse, no querrás que piensen que no le correspondes. En lugar de una cena íntima y romántica, un aperitivo, comida o merienda con una gran multitud. Todos ataviados con sus mejores galas. También hay bailes y canciones de amor, por supuesto. El cortejo es innecesario, pues este amor es puro y no utiliza máscaras, ni juegos, ni engaños. 

Entrada en mano, pasas el torniquete de turno. Ya estás dentro. Estás seguro, estás en casa, estás con los tuyos. Como decía unas líneas arriba este amor es puro y sincero, aquí puedes ver al tipo más duro que puedas imaginarte llorar desconsolado, o a la viejecita más adorable y dulce clamar al cielo, sacando uñas y dientes para defender a toda la manada. Esa manada que aunque extraños fuera del estadio, son como tus hermanos, tus tíos y tus primos en torno al verde césped. Todos y cada uno de ellos son importantes e imprescindibles. Se lloran las pérdidas y se celebran las llegadas de nuevos miembros a esta gran familia.

El football, como la vida, te da lecciones. Enseña a valorar los méritos conseguidos, pues cuestan mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio, y siempre existe el peligro de que venga una época de vacas flacas y no haya nada que llevarse a la boca. Enseña a que hay que pensar en la eternidad, en el futuro, pero siempre teniendo muy muy en cuenta el presente, pues en cualquier momento puede acabarse la historia, o si no que se lo pregunten a los aficionados del Racing, del Xerez  o del Palencia. Enseña a que es necesario liberar las emociones y a respetar a aquellos que no piensan como tú. También enseña que la justicia es un término muy abstracto y que muchas veces parece no existir. Aunque vayas ganando por goleada no debes descuidarte y seguir haciendo bien tu trabajo. Te enseña que tras una derrota no puedes permanecer mucho tiempo lamentándote, porque aunque sea duro, vas a tener que afrontar nuevos retos.

Un par de buenos ejemplos de cómo sobreponerse a grandes pérdidas y seguir adelante, disfrutando de la vida y del football lo encontraremos hoy en Remate de Cabeza, en los casos de Vicente Iborra y de Billy Sharp, jugador del Southampton cedido al Nottingham Forest .

El valenciano, jugador del Levante, tuvo una niña a la que él y su esposa llamaron Alma. Nació el tres de diciembre de 2011 con graves problemas de inmadurez, así que los días siguientes los pasó en una incubadora, pero tan sólo cuatro días después la pequeña fallecía. Duro golpe para el jugador, que por aquel entonces contaba con 23 años. Tres días más tarde de la pérdida, Iborra se encontraba concentrado con el resto del equipo, se había puesto a disposición del entrenador, quiso jugar e ingresó en el partido ante el Sevilla en la segunda mitad, arrancando una tremenda ovación del Ciutat de València y una pancarta que rezaba “Iborra, estamos contigo”. No iba a ser la única muestra de afecto, ya que al final del partido el público coreó su nombre y el jugador se quedó en el círculo central para agradecer aquel apoyo, al que se unieron todos sus compañeros. Al finalizar el encuentro, Vicente verbalizó lo que venía explicando anteriormente de la familia del football: “Cuando salgo de casa salgo de una familia y me voy a juntarme con mi otra familia, la del Levante. Cada día me siento más orgulloso de formar parte de ella y hoy me han demostrado que cuando los necesite estarán ahí.” El jugador salió adelante y hoy es uno de los buques insignia del club valenciano.

Otro caso que sigue en esta línea un tanto sentimental que respira hoy en este blog es el de Billy Sharp. El delantero, mientras jugaba en el Doncaster Rovers la temporada pasada , tuvo un hijo, Luey , que falleció a los dos días de nacer. Vino al mundo sufriendo gastrosquisis.

Por aquel entonces el Doncaster Rovers estaba inmerso en una dura lucha por lograr la permanencia en la segunda división inglesa, y la ausencia de Sharp sería terrible de cara al partido frente al Middlesbrough tres días más tarde del fatal acontecimiento. 

Sharp decidió jugar el partido, quería marcar un gol para dedicárselo a su hijo, y esto es lo que pasó:


Aunque perdieron el partido, y descendieron, Billy Sharp firmó por el Southampton, creó una fundación con el nombre de su hijo Luey Jacob Sharp, LJS Foundation, para ayudar en la investigación sobre la gastrosquisis , y tuvo un nuevo hijo: Leo Sharp.

Superación, motivación, sentimiento, arropar y ayudar al de al lado... Un sentimiento de pertenencia, no a un grupo numeroso, sino a una família, especialmente en los clubes más pequeños. Los que pelean por no desaparecer, los que se hacen a la idea de que tras una gran temporada perderan a miembros importantes de esa família, los que festejan un empate como si de una victoria se tratase y celebran y gozan como niños cuando consiguen ganar un partido. En definitiva, cuando se habla de football, también se habla de amor. Es imposible no mezclar ambos conceptos, ya que no van cogidos de la mano, sino que son uno sólo.